Pero a Orfeo le ha pasado algo, y la música que puede producir es sólo lamento. Sólo desgarro. Ya no es la música de la esperanza ni del disfrute. Es sólo una continua melodía mísera que invita a su grupo a un baile de sacrificio, a un baile de crisis.
En otro tiempo el final de la historia era que a Orfeo lo desmembraron su seguidores después de ese cambio. Las bacantes, que antes celebraban y alababan su música, a su ritmo reían y a su ritmo soñaban, no dejaron pedacitos reconocibles de nuestro Orfeo creador de bellas ilusiones. Fue la ira del grupo desatada sobre el cuerpo de Orfeo, sin lástima. ¿Qué harán en este tiempo nuestros buenos ciudadanos al ver que Orfeo no cumple con los criterios que él mismo creó de armonía?