miércoles, 5 de septiembre de 2012

Orfeo

La música de Orfeo amansa fieras, ya se sabe. Es precioso, melódico, y en visiones de la cultura actual hasta se desprende de lo sexual de lo orgiástico, todo es idilio. Convierte por virtud de su melodía la realidad, llenándola con esa mezcla de nostalgias y esperanzas, creando el velo de la ilusión que hace rendirse a sus deseos hasta los perros más agresivos. El número de seguidores era sin cuento, los que entraban en contacto con su música, la música de la confianza, del aval. Su música que se compraba toda, la música en burbuja.

Pero a Orfeo le ha pasado algo, y la música que puede producir es sólo lamento. Sólo desgarro. Ya no es la música de la esperanza ni del disfrute. Es sólo una continua melodía mísera que invita a su grupo a un baile de sacrificio, a un baile de crisis.

En otro tiempo el final de la historia era que a Orfeo lo desmembraron su seguidores después de ese cambio. Las bacantes, que antes celebraban y alababan su música, a su ritmo reían y a su ritmo soñaban, no dejaron pedacitos reconocibles de nuestro Orfeo creador de bellas ilusiones. Fue la ira del grupo desatada sobre el cuerpo de Orfeo, sin lástima. ¿Qué harán en este tiempo nuestros buenos ciudadanos al ver que Orfeo no cumple con los criterios que él mismo creó de armonía?

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