sábado, 19 de diciembre de 2009

Presentando respetos

Es así. Los ves pasearse y repasearse, decir Aquí. Los ves que miran la inscripción o miran los árboles de alrededor pensando ¿Estarían estos presentes? Valor para estar callados, pobres sin bocas para decir tú y tú y tú. Así funciona la memoria según algunos. Así, se ponen a leer sus libricos renuevos, o se llevan la comida si llevan niños. Digo yo que ninguno se atrevería que el perro hiciese su caca en este lugar. Fotografías, seguro que sí, la de flashes que verían los paisanos. Formas de turismo, que digo yo. No he estado, pero tengo una imaginación sencilla y terrible.

Pero, vamos, aquí el problema. Sucede que las guías de turno estaban equivocadas y aquí ha caído bajo el peligro de los deícticos. Aquí ya no es. Ellos tienen ahora fotos, lecturas, ingestiones que ya no tienen el mismo significado. Hasta pensamientos, puff, pensamientos que ya no valen. Y es que el teleobjetivo estaba desviado. La distancia nos hace esas putadas. ¿Y ahora quién es el guapo que deja la foto esa ahí colgada para que quien pase le crea timado y le tenga por un pardo? Vaya, que ahora qué hacemos después de que lo hayan dicho, que hayan dicho ahí ya no es.

Pues, nene, qué te voy a decir. ¿Que ya pueden cortar esos árboles; que ese sitio ya no es santo? Que va, ya te he dicho que yo ni fui. El asunto realmente está en que podrías haber dedicado ese mismo tiempo de tu reflexión en tu camita incluso, que tiene la misma validez. Que lo que fue, fue. Porque, nene, los deícticos son así, y en este caso sólo valían para la mitificación y el turismo.

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